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ateo poeta

tramas

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En los estertores de la noche, algunos domingos fríos por la mañana, arrebujado entre las sábanas, en los tiempos muertos de los viajes en tren, voy quemando los ojos con novelas y poemas sin orden. Según caen en mis manos por mor de un capricho, una ilusión o una vaga expectativa. Al acabarlos, muchos pasan a los almacenes subterráneos, a las estanterías más plebeyas. Otros te dejan un fuerte sabor en la boca, como una guindilla, la imaginación oscilando como un péndulo. “El dios de las pequeñas cosas”, escrito por Arundhati Roy (1997), me exasperaba al principio. Un exceso de descripciones minuciosas. Saltos en el tiempo: más que sorprendentes, acrobáticos. Repeticiones alrededor de un mismo tótem, desvelado desde el principio. Fragmentos posmodernos. No había ya nada que esperar y, sin embargo, poco a poco me dejé envolver (los libros sustitutos, los libros como mantas, los libros como arquitectura). Siento una empatía tierna y empalagosa con quien disfruta presentándote el mundo como un conjunto de infinitos detalles fijados en la memoria de forma singular, con sus metáforas y combinaciones irrepetibles, con la coherencia dubitativa de quien no ha dejado de preguntarse por la coherencia de las cosas. La levedad del tiempo y el peso de la historia. Los sentimientos como duros surcos en la tierra y la sombra asesina de las jerarquías sociales. Aunque la necesidad literaria del crimen, del amor materno-filial o de las transgresiones sexuales de las convenciones sociales, no me dicen nada nuevo, esta novela parece más bien un sistema de venas, arterias y vasos comunicantes. Empresarios comunistas que dicen creer en la sociedad sin clases pero que no saben qué hacer con las castas de intocables, creyentes religiosas que transmutan su amor carnal por sacerdotes en odio hacia su propia sangre, niños ricos y privilegiados que también sufren las violencias de la cruda realidad, el repudio y el silencio. Es en Kerala, la India. La mejor guía de viajes. Una invocación a recrear los dioses de las pequeñas cosas que llevamos dentro, a no dejarse engullir por las pirañas del río ni por las corrientes traicioneras del monzón.

 

1 comentario

ian gomex -

te a cuerdas? te dije que a mi me gustó y no me creiste, pero es de esos libros que te tienes que saltar un par de páginas para dejar envolverte y luego volver a atrás para leer lo que te perdiste. me alegro que al final te haya conquistado la tierra por donde paseamos en barca por uno de los rios menos conmtaminados, no por eso que deje de estarlo, disfrutamos de las celebraciones de Onan, las más importantes de Kerala, te voy a mandar una foto a tu email de Kerala, porque precisamente estaba mirando fotos de la India en este momento y luego he abierto tu blog y me he encontrado con tú bitacora.