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ateo poeta

 

No quiero morir en la carretera. Como todas esas

alimañas que yacen sobre el asfalto en su mancha roja.

No quiero morir. Aunque hay días que me siento

como si resucitara. Me han matado muchas veces

pero las balas me han atravesado. Y me miro perplejo.

Extrañado por los nuevos orificios y porque sigo

sobreviviendo a las balas, los días y los asesinos

de tres al cuarto. No sé si les falla la puntería o si

mi corazón va por libre y las esquiva ágil cual androide

de Matrix. En serio, no quiero morir. Ni contemplarme

horadado, ni enorgullecerme de mis fracasos como

ese edificio de Sanchinarro con el vientre perforado.

Y juro por Borges que no se trata sólo de mi yo poético

que ya sufre bastantes metástasis el pobre, a mi pesar.

Estoy harto de morir. De morir viajando, trabajando,

fracasando, denunciando, opositando. También es cierto

que, como buen inconformista, me hartaría fácilmente

de lo contrario. Así que no tomen esto como una queja.

Es sólo una declaración de amor.

 

2 comentarios

ateopoeta -

Ojalá la inmunidad existiera, pero me temo que sólo nos inmuniza lo que nos contamina y, a la vez, nos contamina lo que nos inmuniza. Ergo, después del dolor no sé si te quedas más inmune o más contaminado, o ambas cosas, pero sí que te vuelves más astuto y resistente. Sólo espero que no nos asole el cinismo ni la mala baba de quienes hacen másters en morir (y matar) en vida.

Una de las forjadoras de sueños -

Me gusta. Por la consciencia, la lucidez y, sobre todo, por la rebeldía y las ganas de seguir aprovechando cada momento vital. También de los dolores se aprende, aunque a veces sólo para inmunizarnos un poco la próxima vez que las vicisitudes de la vida nos lleven a situaciones no deseadas.