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ateo poeta

La boda de Tuya

La boda de Tuya

Algunas de las últimas películas chinas que he visto no son fáciles de explicar a vuelapluma. Me ocurrió eso, de nuevo, cuando traté de contarle a otra persona la historia de La boda de Tuya (Wang Quan'An, 2006). Se me mezclaban duros paisajes de montaña, anécdotas inverosímiles para un occidental (imagino que también para muchos chinos) y reflexiones inacabables sobre la virtual universalidad de los sentimientos y la aplastante fuerza que ejercen las condiciones de vida sobre ellos. Los avatares de Tuya y su familia (un marido inválido de una pierna, un hijo de unos ocho años y una hija de unos dos) transcurren en una zona árida y despoblada de la parte de Mongolia, la llamada “Interior”, que está dentro de la República Popular China. La de Tuya es una familia que sigue pastoreando ovejas, cabalgando caballos y camellos, y soportando penosos trayectos diarios para obtener agua potable. Se alimentan básicamente de carne que riegan con frecuentes tés y aguardiente. Viviendo en tan duras condiciones, las cosas empeoran cuando la vigorosa Tuya, sobre quien recaía el peso de todas las tareas domésticas y ganaderas, sufre los primeros achaques y decide divorciarse y buscar un nuevo esposo con recursos suficientes para mantener a toda la familia: incluido su anterior esposo convaleciente, al que no quiere abandonar... Los pretendientes son pintorescos y el envite se muestra cada vez más insostenible. Aunque todo parece abocado al fracaso y a que se derrumbe esa frágil economía de subsistencia, nadie se dará plenamente por vencido.


Durante la proyección, me pregunté todo el tiempo si es posible quererse profundamente y cultivar el amor en los límites de esa miseria; por qué una mujer tan fuerte y autosuficiente aceptaba la humillante venta de su cuerpo y su vida al mejor postor como nuevo marido; lo dramático de esa China rural en desaparición y del no menos terrible futuro de explotación y discriminación que les espera a muchos de esos habitantes rurales y de etnias minoritarias cuando emigran a las superpobladas ciudades. La película, no cabe duda, es excelente a la hora de plantear esos y otros desafíos, tiñéndolos de toscos y hermosos parajes esteparios, casi desérticos. El ritmo, a veces, puede parecer lento, aunque sospecho cada vez más que esta es una valoración culturalmente muy relativa. Además, es digno de mencionar que, excepto la protagonista, el resto de intérpretes no son actores profesionales lo cual le confiere aun mucho más realismo, si cabe, al relato. Al final te queda la sensación de que la tristeza, como si se tratase de una fina niebla que aparece por sorpresa y lo impregna todo con su humedad, campa a sus anchas por esa estampa tradicional y aleccionadora.



2 comentarios

ateopoeta -

Hola, Miriam. El diccionario de la RAE define "a vuela pluma" como: Muy de prisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo.

A mí también me encanta la palabra y, de hecho, pensé, a vuela pluma, que se escribía todo junto, lo que la RAE me viene a desmentir. Es lo que tiene escribir sin pensárselo dos veces ;-)

Lo más curioso es que me equivoqué al buscar la definición en la RAE y la puse antes directamente en el Google, así que me encontré con varios blogs de escritores que han utilizado lo de "avuelapluma" (todo junto)... y curioseando un poco dí con el blog de Lara López, la locutora de Músicas Posibles (en Radio 3), uno de esos programas que llevo años y años escuchando... En fin, no hay mal que por bien no venga ja, ja. Es que estoy muy positivo últimamente... Hasta pronto.



miriam -

Nunca había oido la palabra "vuelapluma". Me encanta! :)
Espero tener la oportunidad de conocerte en estos días, Miguel.
Un beso.