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cuerpos sucesivos

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El libro de Manuel Vicent, Cuerpos sucesivos (2003), es uno más de los varios que he leído de este autor a lo largo de los años (Balada de Caín, Tranvía a la Malvarrosa, etc.). Uno más que no me ha dado grandes sorpresas ni emociones (¡excepto la de citar algunos poemas de Salinas o de Cernuda con quienes, precisamente, me estaba deleitando en estos últimos meses!), pero que se deja leer plácidamente gracias a esa lírica aplastante que le imprime a cada frase y a su ritmo entusiasta, ávido por contagiarte la inquietud de la historia que te cuenta. Para algunos, tanto lirismo puede parecer engolado, un abalorio prescindible. A mí sólo me disgusta cuando te hace naufragar ante la profundidad de los personajes y del mundo en el que viven, pasando como sobre ascuas por ella (a mí, personalmente, no me atraen de buenas a primeras la vida de un convencional profesor de literatura y de una violoncelista masoquista). Esta es una historia, pues, concisa y, a la vez, evocadora, pero no busquéis en ella una completa disección del alma humana. Además, el alma de los protagonistas del libro que pueblan el trío amoroso central contiene muchas sombras y tinieblas que no dejan vislumbrar más que una trágica combinación de líbido y dolor. Como parábola erótica, en consecuencia, mil veces más recomendable y sugerente que otras obras ostentosamente “pornográficas”. Como parábola ética, nos muestra que la libertad sentimental y sexual, por desgracia, es un camino espinoso y al que la madurez puede llegar demasiado tarde.



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