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ateo poeta

La antena

La antena

 

Esta película de Esteban Sapir, La Antena (2007), es una sorprendente y lúdica experimentación estética y una pretendida fábula política, algo cándida y caricaturizada, pero no exenta de aciertos y poesía. Como advertencia previa para navegantes: el metraje es casi mudo y las imágenes en blanco y negro (o sea, en grises varios). Los constantes guiños a Metrópolis de Fritz lang y a otros clásicos del cine negro del cómic, no le restan un ápice a los inventivos juegos gráficos con las palabras impresas en la pantalla y que se mueven junto a los gestos de los personajes o de las agujas del reloj, por ejemplo. Audaz, pues, en las formas e hiperexpresiva en las facciones de los actores que lo dan todo por las exigencias dramáticas del guión. Todo envuelto en una atmósfera urbana brumosa y decadente, como si de los años ´30 se tratase. El mensaje de la película, demasiado obvio y redundante en ocasiones, es la recuperación de la voz y de las palabras (distinción que se irá revelando crucial en la lucha de resistencia que emprenden los protagonistas “salvadores”) que un malvado magnate de los medios de comunicación y de la alimentación ha usurpado a la población de una ciudad en permanente invierno con maquiavélicos planes para hipnotizarla y oprimirla. Sólo una hermosa cantante sin rostro y su hijo sin vista quedan como resquicios de la posibilidad de hablar en voz alta. El azar, la curiosidad de una niña y su amistad con el niño, descubrirán este secreto antes de que el malo malísimo logre exterminarlos. Los padres de la niña, hasta entonces separados, se unirán en la búsqueda de la antena desde la que poder emitir la voz del niño al resto de los habitantes en aras de conseguir que se emancipen del robo de la palabra que padecen. Pero, ¿lo conseguirán? ¿se reunificará la familia durante su epopeya? ¿cuántos deberán morir en el intento? Atrévete a descubrirlo junto a minuciosos objetos de toda índole que te harán sonreir constantemente (recuerdo ahora, entre otros muchos, una escafandra con las siglas CCCP; la esvástica nazi y la estrella judía, por el contrario, más bien parecen simbologías algo fuera de lugar) y a una magia igual de embriagadora que cuando leías historias de superhéroes.

 

 

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