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ateo poeta

 

 

 

Asedio de lo frágil:

por lo frágil, a lo frágil,

con lo frágil.

 

Desde ese punto de equilibrio,

de austeridad.

Como si el universo se plegara

en esa inflexión.

Y no morir. No morir al palparlo,

aun hacia su sima.

 

Estas guerras locales:

armaduras, corazas, ignorancia.

Pasarán, amigo.

No volverán nuestras células

muertas. Ni los hijos.

Ni aquellas ilusiones carnales e infinitas

que incendiaban nuestros cuerpos.

Y rubricamos la defunción

de las heroicidades vanas.

 

¿Asedio?

¿Con qué derechos, blandiendo

qué argucias?

La luz cenital y las bayas dulces

están pletóricas, no hay fosos.

Tus pinceles designan y renombran.

El que crea, no descansa.

Revive cada mañana

de acuerdo al contrato natural:

ni gana ni pierde.

Nadie le representa.

 

Lo frágil, me recordaste, no es la debilidad.

Ahí le ganamos una partida

al cirujano, siempre al borde del precipicio.

Siempre hay un próximo instante.

Ni asirlo con fuerza,

ni dejarlo caer de golpe en el suelo del olvido.

Lo dicen del amor que se rompe

siempre. Lo más frágil

y lo más difícil.

 

Bebernos el limón de los días.

Bebernos los buenos y los malos tragos

y hacer caso omiso

a la moral de los pusilánimes.

Frente al asedio:

beber y brindar con nuestro enemigo interior,

el más mortífero de todos.

 

 

2 comentarios

ateopoeta -

Gracias por la salud, Ana. Se la reenvío a Enrique, un amigo que acaba de pasar por una operación muy complicada y con quien urdí estos versos (y a quien se los dedico). También a ti.

ana p. -

Chin-chin. Salute, Salud, Nasdarobia.