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ateo poeta

microantología (de cuatro) de Valente

microantología (de cuatro) de Valente

 

ACUÉRDATE DEL HOMBRE QUE SUSPIRA...”

 

 

En el centro de la ciudad o del mundo,

en su jadeante corazón,

en sus plazas,

en las brillantes avenidas

de Nueva York o París,

pulidos escuadrones

se suceden, discuten, empapelan

el destino del mundo.

 

También hablan de mí;

en ruso o en inglés

hablan de mí,

de mi miseria o de la guerra, dicen

que no quiero morir.

 

Yo muerdo una manzana,

escupo, estoy tranquilo,

allí me representan,

saben que no quiero morir.

 

En las asambleas, en los

congresos,

en las reuniones periódicas,

en la primavera o el otoño

los oradores se levantan.

No son hombres,

son los representantes

de América, el Polo Norte o la ciudad de Saint-Louis.

 

En las plazas,

en el centro de la ciudad o del mundo,

sobre su fragante corazón fatigado,

el reino de la voz que no descansa:

los que hablan en representación

de la tierra,

de la cultura occidental,

del Pacto Atlántico,

de los que tienen un solo ojo

o de los que tienen tres.

 

Allí y aquí me representan.

Todos me representan.

Soy feliz.

Muerdo mi breve fruto

o mi importante vida; ya no sé.

Estoy tranquilo.

Sueño.

Hay que salvar al hombre.

 

Me parcelan. Dividen mis derechos

y los defienden por igual.

Ellos, los poderosos

o los santos

o los profesores

o los poetas

o los arzobispos

o los políticos,

los que suelen hablar

en representación de todo el mundo

o quién sabe de quién.

En representación de mí,

que tengo hambre o como

o lloro (¿en representación de quién?),

de mí tan singular, tan oscuro y diario

que me toco, río y muero a la vez

y en representación de mí mismo solamente

amo la vida así.

 

José Ángel Valente, A modo de esperanza

 

 

 

ENTRADA AL SENTIDO

 

 

La soledad.

El miedo.

Hay un lugar

vacío, hay una estancia

que no tiene salida.

Hay una espera

ciega entre dos oleadas

de vida hay una espera

en que todos los puentes

pueden haber volado.

Entre el ojo y la forma

hay un abismo

en el que puede hundirse la mirada.

Entre la voluntad y el acto caben

océanos de sueño.

Entre mi ser y mi destino, un muro:

la imposibilidad feroz de lo posible.

 

Y en tanta soledad, un brazo armado

que amaga un golpe y no lo inflige nunca.

En un lugar, en una estancia -¿dónde?

¿sitiados por quién?

 

El alma pende de sí misma sólo,

del miedo, del peligro, del presagio.

 

José Ángel Valente, Poemas a Lázaro

 

 

 

LA SEÑAL

 

Porque hermoso es al fin

dejar latir el corazón con ritmo entero

hasta quebrar la máscara del odio.

 

Hermoso, sí, de pronto, sin saberlo,

dejarse ir, caer, ser arrastrado.

 

Tal vez la soledad, la larga espera,

no han sido más que fe en un solo acto

de libertad, de vida.

 

Porque hermoso es caer, tocar el fondo oscuro,

donde aún se debaten las imágenes

y combate el deseo con el torso desnudo

la sordidez de lo vivido.

 

Hermoso, sí.

Arriba rompe el día.

Aguardo sólo la señal del canto.

Ahora no sé, ahora sólo espero

saber más tarde lo que he sido.

 

José Ángel Valente, La memoria y los signos

 

 

 

 

SEGUNDO HOMENAJE A ISIDORE DUCASSE

 

Un poeta debe ser más útil

que ningún ciudadano de su tribu.

 

Un poeta debe conocer

diversas leyes implacables.

 

La ley de la confrontación con lo visible,

el trazado de líneas divisorias,

 

la de colocación de un rompeaguas

y la sumaria ley del círculo.

 

Ignora en cambio el regicidio

como figura del delito

y otras palabras falsas de la historia.

 

La poesía ha de tener por fin la verdad práctica.

 

Su misión es difícil.

 

José Ángel Valente, Breve son

 

 

 

2 comentarios

ateopoeta -

vaya sorpresa, mi amor!! me encanta que tu primer comentario en el blog sea sobre los poemas tan audaces y sensibles de Valente... ya aparecerán otros con un mensaje más directo ;-)
y gracias por animarte a escribirte

mario -

no lei mas q un poema pero me gustó aunque no capto la idea del mensaje
jeje