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ateo poeta

Siempre fiesta

Siempre fiesta

 

Y a veces toca ir al teatro. En este caso gracias a Diagonal y a la sala Cuarta Pared, por su generosa invitación y complicidad. La obra: Siempre fiesta (Javier Yagüe, 2009). Como dice el prospecto de presentación, “Siempre fiesta habla de cosas engorrosas, inconvenientes, antipáticas e incorrectas”. Y su mejor aliciente es que no te deja indiferente, te provoca y, además, te hace reír con ganas y motivo. La representación arranca con un narrador que narra con gracia y que se va metiendo continuamente en las escenas, como quien no quiere la cosa. El resto de actores lo van integrando con naturalidad en sus diatribas, como si no estuviera allí, o como si estuviera y les fuera útil en ciertas ocasiones. De hecho, el narrador se presenta como actor en potencia, es decir, como actor en los ratos libres que le deja su ocupación habitual de camarero, esa que desearía únicamente transitoria, como tantos otros dedicados a la farándula. Las escenas son una permutación con ligeras variaciones en torno a una cena de navidad en familia. Lo curioso es que después de la segunda o tercera repetición todavía siguen sorprendiéndote las caricaturas que hace cada personaje de sí mismo, las pintaditas que van haciendo en los muros o la desidia de fondo que la propia redundancia acentúa. La familia es, para más añadidura, una pintoresca empresa familiar de fabricación de puertas que cena tras cena va asistiendo a los repartos de dividendos, a los despidos de sus trabajadores, a la conversión en empresa comercializadora de puertas chinas y a un continuo murmullo de revueltas en la calle. Pero no la voy a destripar más pues tan sólo pretendo recomendar esta esta estupenda y ácida comedia, por si aún está vigente en Madrid o en algún otro lugar.

 

 

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