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ateo poeta

zafarrancho

zafarrancho

 

Y qué pueden reflejar las palabras blancas,

los signos con afán de transparencia y de ser mundo,

la mañana sincera y débil y fuerte y extraña

que interroga: ¿cómo constelar cada hora de la vida

que merezca ser digna de vivirse, no a jirones, no

propagando la escarcha, no inmune? si vienen

de la noche, de lo arcano y lo profundo, de lo oscuro

en ebullición, de ese vientre que nos ama y

nos alerta: es necesario el abrigo, la mano tendida

que oye y late y aprende con uno, el tiempo

demorado y el perdido, el tiempo a lo lejos, saberse

ligero de equipaje, ave tenaz, el remanso justo

de las aguas antes de saciar y de colmar, cuidarse

de los depredadores porque el azar no siempre es

tan generoso y más vale, ¿o es que sólo hablamos

para adentro, con ese yo que fuimos o que será, con

ese rostro al que nunca miramos sino de soslayo,

rumoreando, como locos que eludimos las cadenas,

como locos muy cuerdos porque no nos venció

el silencio ni el lenguaje terco y bu-ro-crá-ti-co,

porque no es fácil ser en el umbral?

 

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