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ateo poeta

 

Las olas nórdicas bebían tragos

de haces amarillos, enjuagaban su salobridad.

 

Hurgaba en mis alforjas mas solo piaban

los ánades flotantes. Puede ser que augurasen

un remolino.

 

Sin apresurarme, con el destello de su parsimonia

inexperta, me amarré a las contracciones

arcaicas, en un suspiro impermeable.

 

Hablamos y hablamos hasta ventear

las fibras más recias, y oscureció apenas.

 

 

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