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ateo poeta

 

Quizá sea mi niño alerta,

mi niño agazapado,

mi niño ojos de plato,

mi niño lagartija

y cabellos al viento

y por qué no, y por qué así,

mi niño todavía

en mi estómago,

mi niño que no pide permiso

para instalarse en mi isla desierta

ni para decir miedo

ni escalofríos,

ni para arrebujarse,

ni para desatar tempestades

o entrar a lo loco en una cacharrería,

mi niño el que desbarata

mi fajo de razones tan

ordenadas ellas, tan subordinadas ellas

y, sin embargo, tan minúsculas vosotras,

mi niño ya no tan niño

-con el síndrome ese y

qué más le da a él-,

mi niño con las heridas y los moratones

en las rodillas y con ganas aun

de mambo,

de lejano oeste,

de extremo oriente,

de altos vuelos

y de exploraciones

bajo rasante,

mi niño escafandra,

mi niño sediento,

mi niño gato,

mi niño pura interjección,

onomatopeya,

garabato,

cachivache,

mi niño deseo,

la hipérbole de mi deseo,

el instinto de agua dulce,

mi niño que sólo sabe amar

salvaje,

que sólo sabe amar salvaje,

mi niño el que habla

cuando dejo en suspenso

lo hostil,

lo superfluo,

lo irritante,

mi niño brújula,

mi niño mosaico,

mi niño números primos,

mi niño circunferencia,

mi niño injerto,

mi niño caprichoso

y que ordena los ciclos del tiempo

según la intuición

de los trenes antiguos.

 

Quizá sea sólo esa criatura

la que me impide

agasajarte

como te mereces.

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