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ateo poeta

 

Las mañanas luminosas y tibias

del primer otoño, los romeros fragantes,

la chiquillada riendo sin discreción

entre los árboles pálidos, muchas horas

de pensamientos verticales porque lo

abstracto volvió del reposo, la fortuna

de la piel tersa, intuida y vislumbrada

como indiferente al cambio de estación.

 

 

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