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ateo poeta

 

Ajenas al paseo marítimo,

angosto y tedioso como el domingo,

dos jóvenes sirenas con cuerpo de ola

emergen de la belleza turbulenta

donde habitan fósiles y crustáceos,

los seres flotantes de la bajura

y la caricia helada y azul

de las postrimerías.

Como caracolas que me regalan

el despliegue de sus fruncidos

por la virtud de la danza,

así sus extremidades perfilan

el boceto del horizonte luminoso.

Sus besos salados apenas se rozan

y nadie repara en sus gestos gráciles

ahítos de una alegría nueva,

del placer en el nado.

Los cabellos enredados e indecisos,

aún húmedos y olorosos a la libertad

plateada de las profundidades,

con el verdín de las algas adherido

a sus manos deseantes,

con el fulgor de las veleidades

oceánicas más ágiles que las estrellas,

esos espejismos que no remiten

ni debajo de las pamelas.

Su caligrafía amorosa evoca

lo insaciable, sus pieles de invierno

sólo aguardan el abrazo de marfil,

el tigre de seda junto al que

lloverán nuestros sueños.

 

Fotografía: Erwin Blumenfeld

 

 

 

 

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