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reflexiones sobre el amor en "La bola de cristal", un libro de Carlo Fabretti

reflexiones sobre el amor en "La bola de cristal", un libro de Carlo Fabretti

 

“-¿Cómo se construye el mito (es decir, la ideología, el programa) del amor? Su base biológica es obvia: la libido, el orgasmo y la lactancia constituyen el trípode sobre el que se asienta. El apetito sexual es uno de los más fuertes, el orgasmo es el placer físico más intenso que nos es dado experimentar, y la lactancia nos hace dependientes durante mucho tiempo (a la vez que nos aboca al canibalismo simbólico). Las parejas se constituyen y se mantienen para satisfacer de forma regular y controlada el apetito sexual de los emparejados (que, al devorarse mutuamente, intentan recuperar la añorada beatitud de la infancia), así como para facilitar la supervivencia de la prole. Nada más lógico que “mitificar” (en el sentido literal de convertir en mito) ese vínculo tan útil para la estabilidad y el control de la sociedad. Y así, nuestra cultura nos repite sin cesar (mediante la educación, la literatura, la música, el arte, el cine...) que ese rapto vesánico, ese delirio tremendo que nos lleva a ver en otra persona el centro de nuestra existencia y la culminación de nuestras aspiraciones, es el más noble y elevado de los sentimientos; que encadenarnos es la más libre de las elecciones; que podemos y debemos “compartir la vida”, dejar de ser individuos para convertirnos en monstruos de dos cabezas y ocho extremidades, como los grotescos andróginos que imaginó un boxeador metido a filosofo.

 

Tener en lugar de ser: esa es la consigna de una sociedad esquizofrénica que ensalza la colaboración mientras fomenta la competencia. Tener muchas cosas en lugar de ser una persona. Tener una pareja en lugar de ser un individuo, dos individuos que se relacionan desde sus irreductibles, incompartibles y espléndidas unicidades...

 

Y ni siquiera los solteros escapamos a la contaminación conyugal, puesto que el matrimonio, la familia nuclear es la pauta inmensamente mayoritaria. Todos somos, cuando menos, fumadores pasivos del omnipresente humo parejil que ciega nuestros ojos, el denso humo tóxico que se produce al quemar los trapos sucios en la hoguera (pasional y ceremonial) del amor...

 

-Te has dejado una pata -me dijo F-. El del amor es un mito cuadrúpedo.

 

-¿Cuál es su cuarta pata?

 

-El miedo, obviamente. El hambre, el miedo y el sexo son los tres motores de la vida animal. (…) En primer lugar, el miedo a no conseguir, o a perderla una vez conseguida, la fuente de tanto plcer. Pero también el atávico miedo a la soledad de los mamíferos inmaduros y de los animales gregarios en general. No solo la soledad como falta de afecto o de placer, sino como situación de riesgo frente al hambre y frente a los enemigos... (…)

 

 

-¿Y qué es lo fundamental?

 

-Que el amor y la amistad, en nuestra cultura, siempre acaban (o empiezan) entrando en conflicto, como la religión y la ciencia (y por análogas razones), como el mito y la reflexión. (…)

 

-¿Y cuál es el alto precio que dijiste que pagaríamos por esa lección?

 

-Vergüenza y tristeza. La tristeza es comprender que vivimos en una sociedad atomizada (mejor dicho, moleculizada) en parejas, y que eso determina un entorno afectivo y relacional que no favorece en absoluto la amistad (es decir, la sinceridad) ni inter ni intramolecular. La vegüenza de no ser capaces de dejar de ser peces, peceras o ambas cosas a la vez (en el sentido más físico y literal, todos empezamos siendo peces en la pecera amniótica, y casi la mitad de las personas se convierten alguna vez en peceras ambulantes; pero como seres racionales que se supone que somos, deberíamos superar esa servidumbre biológica). Entrar en. Tener dentro. La pecera con un pez encapsulado (atrincherado y cautivo a la vez) es la célula de nuestra sociedad asimétrica, su metáfora y su metonimia, la bola de cristal que nos impide ver el futuro...

 

-¿Por qué asimétrica?

 

-Porque todos somos plenamente peces durante un tiempo, pero solo las mujeres pueden ser plenamente peceras. Lo de la envidia del pene es una nimiedad frente a la verdadera envidia del claustro. Esa es una de las causas de que la amistad entre un hombre y una mujer sea tan difícil (sobre todo para él). Hay muy pocos hombres capaces de ser realmente amigos de una mujer (sobre todo de la suya).”

 

 

Carlo Fabretti, La bola de cristal (2005)

 

Ilustración: Juan Francisco Casas

 

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