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ateo poeta

 

Nada se acaba:

ni el sentido último de las palabras,

ni la capacidad de nuestro cuerpo

para dar al mundo.

 

Cada huella reclama

una fidelidad inexacta, pero sincera

con la memoria de arena.

 

¿En qué dulzura ética

habrán hallado remanso los ecos

de un gesto amable e inconformista,

de una espalda erguida,

de la conciencia del dolor?

 

En la claridad de lo común

forjada en la edad implacable.

O en esperar, avizor,

otras respuestas al vuelo.

 

De un lugar a otro, lo que se cierra

puede perdurar y seguir cultivando

formas, alientos.

Ningún rencor permite

dirimir la maraña del horizonte.

 

Aullidos al alba,

es hora de insistir en la vida.

 

 

Fotografía: Henri Cartier-Bresson

 

 

 

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