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ateo poeta

 

Se me acumulan las tareas.

Llegan una tras otra, en cadena,

sin que se les haya cursado

invitación alguna a esta fiesta.

 

A las más insistentes y extrovertidas

les cuelgo, por desidia,

las etiquetas de "trabajo", "muy

importante" y "por hacer".

 

A pesar del ajustado nudo de esas sogas,

permanecen siempre a flote

gracias a algún extraño mecanismo

de supervivencia.

 

Hay otras tareas que se presentan

con alambicados señuelos:

"necesitas ir al médico", "debes

comprar víveres", "venga usted

el día d a la hora h" y "no se olvide

de abonar sus facturas".

 

Por muy sencillas y convenientes

que resulten para ocupar

el tiempo ocioso, al final del día

uno se queda con el alma a cuadros,

como una marioneta cuyos hilos

mueven a su antojo unos dioses

de vacaciones.

 

En fin, también las hay no menos

insidiosas aunque murmullen

sus cuitas en tono de confesión:

"soy una perla de tu niñez", "dame

más amor", "por qué se afligen

los caballos de viento".

 

A estas últimas obligaciones me

aplico con tesón y procuro que no

les falte alimento. No obstante, gruñen

y protestan y hasta invaden mi cama

robándome el sueño cual gato

panza arriba. Nunca se dan por

satisfechas así que, a menudo, me inclino

por taparme los oídos.

 

Todavía me pregunto por qué no

se agolpan con la misma fruición

playas tropicales, lúcidas locuras

y hedonistas devociones

de toda índole.

 

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JGB -

"Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema"