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ateo poeta

 

Espera su turno

el saxofón

para entrar después

de la última nota

recordada,

la noche espesa

y tibia no permite

pensar en nada

excepto en seguir

el ritmo,

los dedos endurecidos

tensan las cuerdas

del contrabajo,

dan

otros latidos,

no hay distorsión

de razones

ni de absurdas

dicotomías,

ni cesan las baquetas

ni las escobillas

de puntuar

cada beso de aire,

el piano,

que también es

un instrumento

de percusión,

prolonga la oscura

melodía

cuyo fin nadie

predice,

ya no busco más

en el interior,

quizá todo

se pueda explicar

ahí,

en lo que se ve

y en lo que se oye,

en las múltiples

estrías

de esa única

superficie.

 

Fotografía: Elia Costa

 

 

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