Blogia
ateo poeta

 

Y caían los miembros del gobierno

como las piezas de un dominó

y me besabas con tus labios

ávidos, con aquellos donde persiste

el polvo de la canela y el recuerdo

de la palabra que araña y que expira

mientras sostiene el canto de los mirlos.

 

Y avanzaba la multitud agitando

la bandera del pan y de los cuerpos

vulnerables, clamando por esa hebra

última como un derecho sumario,

y temblaban los edificios de ausencias

y sus pilares sin rastro del sudor

ni de la sangre que los erigieron.

 

Y nosotros tuvimos sed de nieves

perpetuas y sed de cumbres sumergidas

en la justicia de los océanos,

y la luz de la mañana era un vértigo

de unicornios blancos, un sueño

de amapolas con la nuez de la ternura

sin cáscara y la levedad del tiempo

en suspensión.

 

 

Fotografía: Stefan Radev

 

 

 

0 comentarios