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ateo poeta

 

Yo no estoy aquí, yo no estoy muerto,

no estoy presenciando la muerte de la noche estrellada.

 

Yo no bebí la copa de sangre ni desenterré el hacha

de guerra con la motorización del crepúsculo y los legajos

infames.

 

Yo no les arranqué la piel roja porque yo no estoy aquí

ni soy menos paria.

 

Yo nunca he estampado mi firma para que las cucarachas

reinen sobre el azufre y éste hiele las pupilas apenas

nacidas al asombro.

 

Yo no regateo con las migajas de oro que valen el sudor joven

y la belleza prematura como si toda la masa del océano

fuese a la deriva.

 

Yo no doy fe, no comulgo, no soy nuevo en el resplandor

de los pensamientos de marzo varados en la floristería.

 

Yo no enjaezo la crin ni oculto los colmillos de piedra.

 

Yo no estoy arrojando ahora la bola de nieve

ni un desierto de limosna y de agua potable.

 

Yo aquí soy cómplice por omisión, una rabia sin estribos,

un dolor sabático, una función sin máquina, otra verdad

obsolescente.

 

Yo viajé a la historia rancia de las manos cansadas

y de las aves depredadoras surcando el infinito.

 

Yo no poseo, por suerte, ninguna melodía de la resignación.

 

 

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