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ateo poeta

 

Herida por una luz

abrasadora, por un seísmo

y la negación de las apariencias

tan caras

y fecundas.

 

Hay visos de que maduren

las rosas del prójimo

en mi boca.

Inexorable, la señal.

 

Te cercioras

de la justa ternura,

no obstante el silencio

más bien tardío.

¿Siempre en su niebla

de pálpito? ¿Aún lo dudas?

 

Comprendo el albor,

la lascivia diáfana. Sabes

que necesito esta levedad,

días crípticos

para regresar a otra forma

de armonía.

 

 

Fotografía: Robert Adams

 

 

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