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ateo poeta

 

No quisiera ser agorero

pero nadie está libre

de que le ocurra una desgracia.

 

Sería mejor girar como una peonza

y olvidarse de las irremediables

contingencias.

 

Ahora que podemos.

Los momentos sin preocupaciones

pasan como un suspiro.

 

En cualquier país del mundo

la vida sigue unas mismas

coordenadas:

 

estás solo, tienes frío, necesitas

dormir más horas

de las que permite

la legislación vigente.

 

Tomo distancia, ya lo sé,

pero es mi sangre

la que hierve, son mis heridas

nunca cerradas:

 

¿acaso difieren tanto

de esos niños correteando

y en busca de un asidero?

 

¿Y qué puede llenar

la ausencia de equilibrio

sino este existir

sin alegrías a precio de saldo?

 

Por lo menos, que haya un colchón.

Que no tengamos que lamentar

lo evitable a todas luces.

 

Después, que cada cual

se haga cargo de sus quimeras

y ambiciones, aunque habrá

que pararle los pies

a la calaña insensible.

 

Las prisas, sin duda, matan

antes de tiempo, o matan

sin contemplaciones.

 

El amor tampoco parece

un antídoto que despeje

las incógnitas.

 

 

 

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