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ateo poeta

 

Ya no se estila

lo de diluir en agua

terrones de azúcar,

pero como metáfora

de la vida,

en pequeñas dosis,

no tenía desperdicio.

 

El cubo sólido

cayendo hasta el fondo

del vaso,

la cucharilla

dando vueltas

sin compasión,

los granos minúsculos

flotando libres

hasta alcanzar

el estado de gracia

de lo invisible.

 

Siempre he mirado

con ojos de niño

y con ojos de gato

esa química

primitiva.

Pasmado ante

la milagrosa liturgia

de endulzar

el líquido elemento.

 

Después, un trago

y a otra cosa,

mariposa.

Nadie decía ni mu

pero la agria verdad

se mascaba

en el aire.

 

 

Fotografía: Matt Weber

 

 

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