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ateo poeta

 

Recuerdo aquella infancia

atormentada por ser distinto,

original, por alejarme

de todo lo zafio y previsible,

la monotonía,

el género humano tan cruel

que laceraba

los anhelos,

el amor,

el futuro.

 

Aquellas premisas sirvieron

como antídoto para

las frustraciones

y la desilusión,

pusieron cerco a las jaulas

y a las cacofonías,

desafiaron la ignorancia

o el sadismo

en boga.

 

Ahora que sé

que ya está todo dicho

y que a un revés

le suceden otros mayores,

no logro explicarme por qué

continúo dándole vueltas

a los mismos tópicos

recurrentes.

 

 

Ilustración: Eduardo Fraile

 

 

 

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