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ateo poeta

 

Huyo siempre que puedo

de esos que se comprometen

a echar una mano

hasta que te descuidas

y, de pronto,

te han echado

el brazo al cuello

y te hunden y ahogan

y chapotean y miran

hacia otro lado

jactándose

de sus hazañas.

 

A menudo es

demasiado tarde

y a uno no le queda

más remedio

que bucear

y contener la respiración

hasta que se esfumen

tan voluntariosos

cooperantes.

 

Esos que te ayudan

y te dan más trabajo

son como los amores

que te matan

y nunca recuerdan

cómo.

 

 

 

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