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ateo poeta

 

El escritor

tiene su público.

 

Si no lo elige,

será el formado

por otros

escritores,

críticos o

aduladores

y asiduos

a las veladas

literarias.

 

Ese pequeño

círculo

de su misma

condición.

 

La inercia

a reproducir

los códigos

de la estructura

de clases.

 

Si lo que elige

es inyectar

su virus

en los desposeídos

de las tecnologías

de la palabra

o en sus víctimas

por indigestión,

nada le asegura

el éxito

pero huirá,

en el lapso

de un sueño,

de las cadenas

habituales.

 

Tanta soledad,

qué se había

creído,

también tiene

un precio.

 

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