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ateo poeta

 

Tallaba los diamantes

de acuerdo a las pautas

de los diseñadores

de la empresa,

por unos treinta euros

la hora.

 

Cada vez que recordaba

la sangre vertida

para extraerlos

y reunirlos ahí,

en su mesa de trabajo,

le entraban ganas

de vomitar.

 

 

Fotografía: Xyza Cruz

 

 

 

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