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ateo poeta

 

En el silencio de los pasillos

en época de vacaciones

oigo cómo zumban los misiles

que irrumpen en los tejados

de Gaza.

 

Mis párpados cansados de leer

ven cómo caen, uno tras otro, los cuerpos

calcinados desde ese avión comercial

derribado en el azulísimo cielo

de Ukrania.

 

Hay un espectáculo de danza

y una tramitación de impuestos

y gatos serios que deambulan

y la ceremonia del té

como si representaran un escenario

posible para todos

los ametrallados en Sudán,

Iraq, Libia, Nigeria o Egipto.

 

Contemplo la vida en la playa

y los trajes de baño coloridos,

la virtud de la pesca de bajura

y los fósiles a pesar de la erosión

y desentierro los cadáveres

de las almas milenarias

en Siria.

 

Me quitan el sueño los sobresaltos

mortales en las calles de Tegucigalpa

y de San Salvador, el infierno

en los trenes que van hacia el norte,

las violaciones en la India

tan llena de luces y sombras.

 

No tendría espacio para enumerar

todas las cárceles donde reinan

los crímenes más impunes,

todos los grupos armados

que instauran sus regímenes

de aquí mando yo y punto,

todas las formas de esclavitud

que no han sido abolidas

por la evolución

de nuestra especie.

 

No nos veíamos desde hacía

años y en lugar de declararte

mi amor platónico, te hablo,

en un tren de Tokyo

abarrotado, de todos los dolores

y muertos próximos

o lejanos

que me atormentan.

 

 

Fotografía: Aurora Pintado

 

 

 

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