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ateo poeta

Los insólitos peces gato

(Claudia Sainte-Luce, México, 2011)

 

 

La compañía aérea censura

las imágenes que atentan

contra su religión, aunque puedo

seguir el argumento.

Tampoco es una película erótica

ni banal, ni de violencia a raudales

como las que ve de corrido

el pasajero portugués sentado

a mi derecha.

En menos de tres horas

ya se ha pimplado

tres whiskys dobles.

Debe de hacer acopio

de reservas por si se encuentra

con restricciones en Dubai.

Yo, como un tonto, he roto a llorar

por eso de las muertes,

los desamparos, las infinitas

o involuntarias crueldades.

Pero nadie se ha dado cuenta,

es lo normal, cada quien a lo suyo

y a un país distinto.

Y eso que las luces de la cabina

cumplían su función y no me daban

tregua.

Intuyo, además, que puede ser

beneficioso para limpiar

el órgano óptico.

Lo más sobresaliente

es que los personajes

apenas tropezaban con

sentimentalismos.

Acotación al margen: y no es

una película mexicana al uso

en cuanto a desgracias.

Ahora sobrevolamos Oriente Medio

y por las ventanas irreales

se contempla un hermoso crepúsculo,

como si ahí abajo no sucediera

un nudo sin desenlace.

Una franja de llamas quemando

el espacio que divide o une

la tierra negra como el petróleo y

un azul poderoso, paciente, desértico.

La cuestión, a fin de cuentas,

es por qué se necesitan Marta

y Claudia.

Y cómo sería la madre deseada

de la directora.

 

 

 

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