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ateo poeta

 

Puedo caer

en la más absoluta

e inexplicable tristeza

justo después

de haber acariciado

el cielo.

 

Ese instante

reservado tan solo

a los dioses

y a los animales

que sueñan.

 

Pero no hay trauma

ni lamento

que predicar.

El ánimo cíclico,

los pies de barro,

la conciencia

del límite.

 

Esta asociación

febril.

Tu cuerpo

cósmico.

Las heridas al aire.

 

Nacimos

para comprender.

 

 

Fotografía: Mai Oltra

 

 

 

 

 

 

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