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ateo poeta

 

 

Un ejército de hormigas ascendía con paso firme

hasta los últimos pisos del rascacielos.

Se dispersaban por el apartamento, la despensa,

los desagües, la tierra de las plantas

como base de operaciones.

 

Dispuesto a entrar en casa ya adivinaba sus negros

itinerarios. ¿Serían capaces de colonizar

mi cama? Descubrí su madriguera y esparcí

el veneno pero no cesaron de habitar

el mismo espacio, menos numerosas aunque

puntos móviles, fugaces, que solo existen

en el mecanismo del miedo, la alerta

ante el enemigo.

 

Los hombres y mujeres solitarios

en sus cubículos. Sin manada.

 

Especulares.

 

El dinero circula limpio por las cuentas

corrientes y mancha las neuronas

como una invasión de insectos.

 

 

Fotografía: Fan Ho

 

 

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