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ateo poeta

 

La mente clara, las ideas cortantes

como cuchillos. Percibir el mundo

al revés, a contracorriente, deshecho,

en gestación, los hilos que lo manejan,

observarlo todo con sorpresa si no

con repugnancia. Necesito entonces

mis dosis de fábula, hacer algo,

poner voz. Apuntar hacia dónde

se atisba una escapatoria, cómo,

qué armas para la resistencia interior.

Desalienarme. Encontrar grietas,

saturaciones, consuelo.

 

Eso los días que me reencuentro

con ese individuo reflejándose

incrédulo, que lleva mi nombre

adherido y cuyas facciones

indican una estirpe familiar

que calla los peores episodios

de su reproducción.

 

Eso cuando las garras del placer,

la rutina coagulada, los cristales

en las manos, la obsesión

con la muerte y sus acólitos

en disfraz de respetables mensajeros,

la narcótica conformidad

y las manzanas podridas

me conceden

una tregua.

 

 

Fotografía: Eduard Barnieh

 

 

 

 

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