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ateo poeta

lo demás es silencio

lo demás es silencio

 

Todo está aquí; todo, lejos. Todo brilla por su ausencia,

se ilumina en su contrario y, uno con él, es la llama,

o, anónimo, se esparrama y es la distancia que canta.

Hay figuras, quizá dioses, que con su instante se acaban,

dejan sólo, trascendente, cierta brisa que se alarga,

y hay mareas que nivelan poco a poco los asaltos

desmedidos de unos seres que, orgullosos, se creen centros.

Todo es único. No es nada. Visto y no visto sucede;

y es lo menos formulable, y es lo más indispensable,

lo más o menos que humano, lo no objetable que existe,

lo amargo y seco que aprietan las semillas tumultuosas.

Si se repliega es conciencia; si se despliega, existencia.

Si se repliega es la entraña con sus músicas más turbias.

Si se despliega es el agua con su dulce palma oscura.

Si se repliega es convulso sobresalto ante el abismo

donde una rueda pensante gira en cero o cielo, y calla.

Si se despliega es la noche con sus vívidas estrellas

como dolores cuajados de imparciales solitarios.

Si se repliega es el hambre del loco de amor: la medusa

succionante y sonrosada de un anhelo silencioso

y esas cavernas sexuales o mentales que los machos

abren, piensan, dejan luego como un inhóspito hiato.

Si se despliega es la tierra cereal, mansa, nutricia,

la abundancia trepidante que cubre cualquier pregunta,

las olas que alisan, lentas, las arrugas del cansancio,

la pleamar revelada; lo perpetuo y lo continuo.

Si se repliega, es conciencia; si se despliega, existencia.

Si se repliega es el hombre con sus eternas cuestiones

que a sus pequeños dolores pone nombres trascendentes.

Si se despliega es el mundo con sus pardas presencias,

tan estúpidas, tan bellas, tan sin razones completas

que el ser consciente se aturde vertiginoso de ausencia.

 

Gabriel Celaya, Lo demás es silencio

 

 

 

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