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ateo poeta

 

Los muslos de la mujer eran largos y húmedos. El fino vello brillaba dorado al sol. Interminable profundidad sin fondo de la piel. Cuando reía, parecía su risa estremecerle el sexo y desatar bandadas por el aire de indeclinables pájaros. Brotaba allí, me dije, como otras tantas cosas de la naturaleza.

 

                                                                                                                       (Jardín botánico)

 

Bebí de ti, bebí, te succioné,

animal sumergido entre los pliegues

de tu anegada claridad.

 

                                      Bajaban

incesantes las aguas

a las gargantas trémulas de luz.

Entrañas, aves, palpitantes

burbujas de entrar

tu cuerpo en mí.

 

 

                          De ti bebí

hasta nacer el día de mi boca,

como ventosa oscura en la frontera

donde gorjea el despertar.

 

José Ángel Valente, Material Memoria

 

 

 

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