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ateo poeta

 

Cuando vivíamos juntos

necesitaba estar solo

para escribir

y pensar

y evadirme

con esas lecturas

que luego me devolverían

ebrio de ideas y mundos

al bálsamo de tus aguas.

 

Aprovechaba con ansiedad

cada hueco de la rutina

para darle rienda suelta

a todos mis disparates.

 

En aquella escasez,

no obstante,

éramos inmensamente

prolíficos

y generosos.

 

Ahora que vivo solo

y que dispongo

de tantas horas

de silencio

y de tantos días

de nada

y de muchas,

largas

y ominosas

semanas

para organizarme

a mi modo,

resulta que estoy hecho

un caos

y que hablo

con las paredes

y se quedan los libros

a medio leer formando

torres de colores

sobre la mesa.

 

Sospecho que no acabo

nunca de adaptarme

a los vaivenes

de la vida

y hasta echo de menos

aquellas escaramuzas

que salpicaban

nuestra convivencia.

 

 

Fotografía: Nan Goldin

 

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