zafarrancho
Y qué pueden reflejar las palabras blancas,
los signos con afán de transparencia y de ser mundo,
la mañana sincera y débil y fuerte y extraña
que interroga: ¿cómo constelar cada hora de la vida
que merezca ser digna de vivirse, no a jirones, no
propagando la escarcha, no inmune? si vienen
de la noche, de lo arcano y lo profundo, de lo oscuro
en ebullición, de ese vientre que nos ama y
nos alerta: es necesario el abrigo, la mano tendida
que oye y late y aprende con uno, el tiempo
demorado y el perdido, el tiempo a lo lejos, saberse
ligero de equipaje, ave tenaz, el remanso justo
de las aguas antes de saciar y de colmar, cuidarse
de los depredadores porque el azar no siempre es
tan generoso y más vale, ¿o es que sólo hablamos
para adentro, con ese yo que fuimos o que será, con
ese rostro al que nunca miramos sino de soslayo,
rumoreando, como locos que eludimos las cadenas,
como locos muy cuerdos porque no nos venció
el silencio ni el lenguaje terco y bu-ro-crá-ti-co,
porque no es fácil ser en el umbral?
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