Aunque suscita consenso general
su avance imperturbable, del tronco
del tiempo pretendemos extirpar
virutas insólitas de sentido, fragmentos
leves que germinen en la pared
austera del precipicio.
Desgajamos el espejismo pálido
de lo finito: reuniones involuntarias
para paliar el imperio de los helechos
y de los objetos pequeños. Nada
augura que un dispositivo salvavidas
marque la contradanza.
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