Desde mi estancia de trabajo,
compartida con ocho profesores
y sólo recientemente ascendidos
dos pisos desde las catacumbas
a las que nos habían condenado,
veo a los chavales en el recreo
jugando como locos a una mezcla
de rugby y balonmano, en un patio
soleado y con tres grúas amarillas
de construcción al fondo,
muertas, paradas en seco,
sin cargamento que desplazar.
Serían una magnífica metáfora
de este país si no fuera porque
hoy se ha revelado el escándalo
de que el presidente del gobierno
recibía sobornos regulares
para mantener en funcionamiento
todos los engranajes.
A esos chavales no les extrañará
que también se formen melés
en las calles cuando salgamos
a jugárnosla.
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