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ateo poeta

 

Cuando llegas así

a mis brazos,

fresca y resplandeciente

como un esqueje de luz

y una promesa

que ha sobrevivido

otro invierno,

leve y dicharachera

sin el peso del día laborable

a tus espaldas,

vertiendo sobre mi sed

tu belleza destilada

y tu propia sed

de inmanencia,

 

compruebo, entonces,

lo equivocado

que estaba al cultivar

tanto escepticismo.

 

 

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