¿En qué resplandor desclavabas puntas
afín a una levedad agostada y tardía?
Son necesarios los pies al aire y señalar
el límite mullido de cada divergencia,
un trayecto que oímos reverberando
dulce y caudaloso.
El dinero sería un lastre para suspender
la noción de lo táctil. Mejor una vela
blanca, nadar hasta los huesos, que los labios
pronuncien con cuidado y pudor.
Fotografía: Mona Kuhn
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