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ateo poeta

 

Ahora, en la distancia,

es más fácil entender

 

nuestra atracción desbocada

e indomable,

 

la voracidad turbulenta

y obscena

a la que dimos luz verde,

 

la cómplice soldadura

de los cuerpos

y su devenir.

 

Ahora, cuando ya no

nos dirigimos la palabra,

 

no hay dios que pueda

deshacer

ese nudo.

 

 

Ilustración: Derek Gores

 

 

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