El vendedor de seguros. Malabares. Ilusionismo. Pañuelo rojo en el que todo se desvanece. Porque la catástrofe. La inversión en sí. Uno, individual. Tanta salud bien merece
una prima, la cobertura que apaciguará la irreversible, cruel, sádica lotería del accidente.
¿Y qué habrá sido de aquellos marinos, remeros, navegantes, contrabandistas que iban de Adén a Calcuta, de Java a Cantón, cuando la diosa de la fortuna repartía esclavitud y botines con menos escrúpulos?
La vida siempre está rozando la no vida. Alimentándose de la carroña.
Ilustración: Ellsworth Kelly
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