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ateo poeta

 

Prefiero ser meticuloso

con las palabras: lo que puedan evocar,

darlas con tacañería, que se ajusten

como un guante

al acontecer.

 

Esa prudencia que apenas irriga

otras zonas nucleares de mi perplejidad

ni los barrios más periféricos.

 

Luego

no puedo eludir la administración

de una dieta opípara

y a vuelapluma: dialectos que mudan de piel

al leerlos, el rumor.

 

Al final de la jornada

todo lo sólido se disipa en el aire

salvo que nos entreguemos

unas cuantas

certezas.

 

 

Fotografía: Sára Saudkova

 

 

 

 

 


Prefiero ser meticuloso
con las palabras: lo que puedan evocar,
darlas con tacañería, que se ajusten
como un guante
al acontecer.

Esa prudencia que apenas irriga
otras zonas nucleares de mi perplejidad
ni los barrios más periféricos.

Luego
no puedo eludir la administración
de una dieta opípara
y a vuelapluma: dialectos que mudan de piel
al leerlos, el rumor.

Al final de la jornada
todo lo sólido se disipa en el aire
salvo que nos entregemos
unas cuantas
certezas.

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Prefiero ser meticuloso

con las palabras: lo que puedan evocar,

darlas con tacañería, que se ajusten

como un guante

al acontecer.

 

Esa prudencia que apenas irriga

otras zonas nucleares de mi perplejidad

ni los barrios más periféricos.

 

Luego

no puedo eludir la administración

de una dieta opípara

y a vuelapluma: dialectos que mudan de piel

al leerlos, el rumor.

 

Al final de la jornada

todo lo sólido se disipa en el aire

salvo que nos entregemos

unas cuantas

certezas.

 

 

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