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documentales sobre anarquismo II

documentales sobre anarquismo II

“Lucio”, escrito y dirigido por José María Goenaga y Aitor Arregi, posee un extraño magnetismo desde el primer momento, fruto tanto de lo insólito de las hazañas de su protagonista, como del acertado dinamismo que agita toda la narración. Su cercanía en el tiempo y el hecho de que Lucio Urtubia siga vivo actualmente (nació en 1931) excita aún más las cábalas del público. Además, los arreglos artísticos e infográficos le dan a la cinta, intermitentemente, un agradable aire simpático y cómplice con las “fechorías” narradas. La biografía de este albañil navarro está fraguada de un constante inconformismo ante las injusticias que le rodeaban desde que tuvo uso de razón: en la mili, por ejemplo, sustraía todo lo que podía del cuartel para distribuirlo entre sus parientes, hasta que fue descubierto y huyó a Francia. En París trabó relación con Quico Sabaté, el “forajido” anarquista más buscado durante el post-franquismo hasta que fue abatido al atravesar los Pirineos en 1960, y usó sus armas para cometer los primeros atracos, o “expropiaciones”, a bancos. Al poco comenzó a falsificar billetes y “se vio envuelto” en el secuestro de un director de banco de cuya acusación salió absuelto gracias a las piruetas diplomáticas del momento entre Francia y España (finales de la década de 1970). Toda esta trayectoria militante clandestina, paralela a una aparente vida rutinaria como obrero de la construcción, culminó con su golpe más decisivo: la falsificación masiva de cheques de viaje del Citibank. Aunque Lucio fue encarcelado por este delito, los directivos del banco acabaron accediendo a negociar con el reo y éste incluso consiguió, junto a la libertad, unos cuantos millones de dólares más a cambio de devolverle al banco las placas de imprenta, tan pluscuamperfectamente imitadas, y todo el stock de cheques falsos ya impresos. Como él mismo confiesa, nunca se afilió a ninguna organización anarquista, desconfiaba de la inercia autoritaria de toda organización política o sindical y se puede afirmar que su anarquismo era bastante ecléctico y autodidacta. De hecho, grandes sumas del dinero falsificado fueron a parar a todo tipo de organizaciones izquierdistas y terroristas que poco tenían que ver con el anarquismo. Los múltiples admiradores que consiguió, no obstante, destacaban siempre el altruismo y honestidad de sus esfuerzos militantes, así como su innata inteligencia práctica sin haber cursado estudios reglados de ningún tipo. Es una lástima que, al final, se pase rápidamente por el intento fallido de Lucio de crear una empresa cooperativa en el ramo de la construcción y que acabe formando su propia empresa de corte capitalista de la que también desconocemos el número de empleados y sus condiciones de desempeño. Por lo demás, se trata de un excelente ejercicio que pone de relieve algunos de los intersticios del “sistema” dominante.



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