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ateo poeta


Ayer fuimos a comprar los Reyes

porque ya habían comenzado las Rebajas,

aunque, antes y después,

siento el mismo escalofrío de fracaso

cada vez que me sumerjo entre las masas

de eufóricos acólitos del mercado.

Mario expresó su maravillosa sorpresa

al comprobar cómo se coordinan,

tan espontáneamente, todas esas avalanchas

de eufóricos y fervientes acólitos

sin apenas tropezar, ni insultarse,

ni, mucho menos, cruzar sus navajas.

Para no aburrirle con zarandajas especulativas

sólo pude manifestarle idéntica y maravillosa perplejidad

y así pasar el día con un ápice menos de aturdimiento.

Después, ensimismado, como cuando suenan

esas notas de piano con una cadencia lenta

y enigmática, me pareció simpático contemplar

la coreografía de esas filas de coches retorcidas,

con urgente torpeza, para hacerle paso a una ambulancia.

Es la misma ingenuidad infantil

que me desborda cuando llueve

y me pregunto cómo se inclinarán los paraguas

de dos transeúntes enfrentados,

como si de una justa incruenta se tratara,

en cualquier acera estrecha.

Entonces vuelvo a sentir

la más hiriente derrota,

pues estos versos, desde que patean en mi vientre,

me parecen en exceso pop,

banales, prosaicos, como si huyeran solos

de los absolutos y de las academias.

Pero ya no tiene remedio

y recapacito por unos instantes:

cuántos hombres se habrán parado hoy a recapacitar,

cuántos habrán conversado sobre sus sentimientos,

cuántos se habrán hecho una docena de firmes propósitos

para el año ya estrenado, sin el menor atisbo

de que, otra vez, los astros y la lotería jueguen a su favor.

Como si siempre quedaran indemnes

los verdaderos artífices del crimen.

Hoy no he abierto la prensa

y, además, sigo fervientemente enamorado.

Por eso no me explico el porqué

de estas inútiles divagaciones.



2 comentarios

ateopoeta -

Querido Polikárpov: con la poesía es difícil construir alegatos o críticas racionales, parece, más bien, que nos impulsa siempre un deseo de otra racionalidad, un grito de rabia, un aullido. O un gemido de amor, en su caso, que también nos sobrevienen, afortunadamente, pase lo que pase. Las rebajas, el mercado, la marabunta, no me asustan en sí mismas. Sólo me preocupa el fracaso de nuestras alternativas, que sucumbamos a esa máquina que succiona nuestras vidas. El robo, además, existe desde que existe la "propiedad", así que más me sorprende que no se rebelen quienes carecen de todo. En fin, gracias por tus reflexiones y por seguir auscultando los latidos de esta isla de navegantes.

Polikarpov -

Una de las leyes de la sociedad de consumo es que no hay posibilidad de "atesoramiento", el ritmo y rito consumo, uso, tirar es una necesidad del mercado (ahora también cierto reciclaje estético forma parte de la cadena), las temporadas (antes dos, después cuatro: primavera, verano, etc, ahora colecciones dentro de cada temporada, más las rebajas) aceleran el ritmo y lubrifican la economía. Cualquier distorsión del ritmo de consumo es un catástrofe para el sistema. Otro no busques, no lo hay, apenas minúsculos sistemas alternativos de comercio de productos atemporales.
Mi sorpresa es porqué no hay rebelión cuando un objeto que antes valía 100 se vende ahora por 10. ¿hasta ese punto asumimos el robo?