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ateo poeta

 

En alguna ocasión leí que Pessoa

-como tantos otros delirantes-

ni dormía ni comía apenas

a lo largo de varias jornadas

de compulsiva escritura, a modo

de vómito, frenesí, alucinación.

Un estado mental a todas luces

inducido de forma premeditada,

al menos en su fase detonante

por mucho que perdiese el control

durante tamaña sobredosis de vigilia,

lo que conozco muy bien después

de haberme acercado tiritando

hasta esos mares embravecidos

y sedientos de una nueva

víctima para los peces,

que comen de todo.

 

 

Ilustración: Alyssa Monks

 

 

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