En alguna ocasión leí que Pessoa
-como tantos otros delirantes-
ni dormía ni comía apenas
a lo largo de varias jornadas
de compulsiva escritura, a modo
de vómito, frenesí, alucinación.
Un estado mental a todas luces
inducido de forma premeditada,
al menos en su fase detonante
por mucho que perdiese el control
durante tamaña sobredosis de vigilia,
lo que conozco muy bien después
de haberme acercado tiritando
hasta esos mares embravecidos
y sedientos de una nueva
víctima para los peces,
que comen de todo.
Ilustración: Alyssa Monks
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