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ateo poeta

 

Anotas disciplinado

las citas en la agenda,

pero haces caso omiso

a las alarmas. En realidad,

siempre has odiado

madrugar.

 

Colocas en el escritorio

los documentos y carpetas

más urgentes como si eso

bastara para conducir

tus prioridades. Y no,

ni aunque parpadeasen

con luces de neón.

 

Al correo electrónico

le atribuyes etiquetas

de colores y estrellas

radiantes, archivas

el que ha caducado,

a veces por abandono

o desnutrición,

como un perro

huérfano, porque,

en el fondo, sabes

que da igual, que no

le prestarás la más

mínima atención.

 

Es extraño este orden

compulsivo, la efímera

tranquilidad que da

y la traición constante

que le infliges, como

si otras obsesiones

más inclasificables

guiaran de verdad

tu conducta.

 

 

Fotografía: Gloria Rodríguez

 

 

 

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