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ateo poeta

derecho al delirio

derecho al delirio

 

Benito Zambrano me ha vuelto a deslumbrar y a arrancar las lágrimas de cuajo. No lo tiene fácil. Soy un incrédulo y un criticón. Los romanticismos pasteleros me suelen causar aversión. Pero Zambrano, como Julio Medem, Montxo Armendáriz, José Luis Borau y tantos otros, mide los silencios, protesta contra las opresiones, aclama la belleza de las pequeñas cosas, nos desempolva la indiferencia ante los dilemas esenciales de la vida. Años después de su inolvidable Solas (1999), ayer vi Habana Blues (2005) en la televisión (como tantas veces, de la mano conductora de Cayetana Guillén Cuervo, sabia, optimista, seductora ¡la adoro!). En su día rechacé ir a su estreno en el cine pues lo que decían los periódicos irguió en mí el prejuicio de “vaya, ahora le ha dado por hacer un musical con el simple telón de fondo de la emigración cubana y seguro que sin un atisbo de distancia a su filocomunismo”. Para buenas historias de emigración, exilio, aviación, travesía, disenso interior o como se le quiera llamar, ya había visto el premiado documental Balseros o la más tremenda y autocrítica Fresa y Chocolate. No esperaba encontrarme nada novedoso. Craso error. Los tres personajes principales de Habana Blues -Tito, Ruy y Caridad- se pelean a tres bandas. Sacan a flote todas sus contradicciones, y las de la isla. Se aman, discuten, se alejan, se seguirán amando. Sus gestos son verídicos y profundos. En el último concierto del grupo de música protagonista, Ruy lo presenta reivindicando un ambiguo “derecho al delirio y a la utopía” y la canción de la traca final recalca que “no seas cautivo de idiomas o ideologías”. El guión de Zambrano hace equilibrismos entre su devoción y sus sutiles críticas al régimen, y a la sociedad cubana. El racismo soterrado, el machismo, el hambre, las camas compartidas, los empresarios españoles desembarcando con sus contratos leoninos y su arrogancia, la prostitución masculina y femenina, los mercados clandestinos, los músicos contestatarios de la escena alternativa, la lucha por partir. Sutiles pero atrevidas. Además de aquellos edificios en ruinas y de las noches ancladas en el pasado, recuerdo de mi única visita a La Habana aquel enorme cine en el que vi, en sesión continua, Todo sobre mi madre, de Almodóvar. Al final de la película, en el coloquio, lo he vuelto a ver lleno de espectadores que veían Habana Blues. Y en ese juego de espejos es imposible olvidarse de que somos parte de las buenas ficciones. Más en:

http://wwws.warnerbros.es/movies/habanablues/

 

 

2 comentarios

Polikarpov -

Disculpen que no me levante. Me gustó el cuento más no lo que cuenta. Dos viajes a Cuba, dos decepciones. La cerril bestialidad de EEUU con Cuba no suaviza la loca dictadura a lo Tirano Banderas de Fidel, caricatura de si mismo desde el principio. Creo que hay que pedir al pueblo cubano si se quiere unir de nuevo a España con formato Autonómico y que me perdone mi admirado José Martí.

salve -

..ahí me has dado... yo si fuí a verla al cine aquí en logroño, con una amiga con la que acostumbro a compartir estas películas de llorar a tope (y las que nombras en tu comentario...) Yo salí con una sensación de nostalgia, con una pena, con una solidaridad, con una sensación de dicha amarga, de yo quiero amigos así, de yo quiero amores así, de eso son vidas intensas... que me salían las lágrimas solo de pensarlo. Al día siguiente compré la banda sonora, solo redomendable cuando estás dispuesto a llorar y disfrutar de ello. Incluso en S Mateo vi al grupo original tocar en la pza del ayuntamiento... Otra vez esa sensación de angustioso placer, de sonrisa profunda y mirada perdida que se ponen en la cara cuando recuerdas lo que te ha hecho sentir, lo que te ha movido por dentro... ¿todo esto hace la imagen, el sonido...? todo esto y mucho más...
De nuevo sintonizando... y "habaneando", eh?