Desvelada por el eco resonante del pozo de la noche,
en mi tierra fustigada por la lluvia,
rompe nudos la memoria del rayo.
Ahuyentados los mantos del olvido
se oculta el alarido en las voces del búho
y, pulso en llamas,
los cuatro vientos surca en pos de tu ventana.
Allí, desde lo verde,
palma con palma, en cruz,
su sangre te murmura
y el vértigo trasiega del ansia que le abrasa.
Anhelo delirante que rebasa los párpados cerrados
por el sedoso pétalo ferviente
del incendio del cuerpo enamorado.
Clara Janés
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