Millenium II
¿Es mejor esta segunda parte de la intrigante trilogía que nos ha legado Stieg Larsson antes de su prematuro fallecimiento? La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, desde luego, no te deja indiferente en cuanto a sus adictiva trama y a los avatares que sufren nuestros detectivescos héroes. En esta ocasión es la tormentosa biografía de Lisbeth Salander la que se va diseccionando lenta y quirúrjicamente. La jugada literaria es un sugerente bucle: Lisbeth vuelve a ejercer de investigadora, es a la vez investigada y, finalmente, es el objeto de unas cuantas maldades dolorosas. Esa omnipresencia de la reflexividad y esa hegemonía de la astucia, superan cualquier ingenua vivencia de este mundo. Los corruptos servicios secretos del Estado, lo barato que resultan los asesinos a sueldo, o la extensa red de complicidades que sostiene a proxenetas y pedófilos en cualquier aparente democracia, vuelven a emerger descarnada y sangrantemente de las páginas y, lo que nos alarma más, de cualquiera de nuestros vecinos “normales” sin que casi nadie haga nada al respecto. Lisbeth, además, se muestra de nuevo transgresora y con todas sus debilidades. Lógico, después de haber desfalcado millones al estafador empresario que se murió en la primera parte (Los hombres que no amaban a las mujeres). Hasta aquí, todo igual de apasionante. Ahora bien, nuestro narrador ya no se entretiene tanto en desvelarnos facetas filosóficas de los personajes, recurre con cierto exceso a las redundancias y reiteraciones, tarda mucho -a veces casi hasta la desesperación- en conducirnos al meollo de los eventos esenciales de la historia, y al final nos lanza abruptamente a un abismo, como si no le hubiera dado tiempo a diseñar con todo lujo de detalles un desenlace difícil y presentado, con notable antelación, presumiblemente traumático (o como si sólo quisiera transmitirnos que ya no nos queda más remedio que leer el tercer volumen). Afortunadamente, en la mejor tradición del suspense, Larsson siempre reta nuestra capacidad de predicción y mueve sus fichas con enroques, despistes y trampas no aptas para lectores románticos o intransigentes desde su realismo simplificador. Los triángulos amorosos consentidos y la bisexualidad más natural, la lucha cuerpo a cuerpo (con ese típico guiño al boxeo y su ética virtual), el fracaso de la seguridad informática, o la ineptitud investigadora de la policía, son nuevos ingredientes que enriquecen el plato y la exhausta digestión de, otra vez, más de 700 páginas. Pero cuando a un mismo autor le leemos dos veces seguidas, parece que siempre le exigimos más, una vuelta de tuerca a lo que nos puede desvelar del mundo, de nuestra capacidad racional, de nuestros sentimientos empáticos. Y es en este punto donde mi meticulosa interrogante no obtenía respuesta, sólo una nueva satisfacción con la lectura, con la reflexión incitada, con la extrema sensibilidad de quien observa la complejidad de la vida sin complacencia ni perdón. Y ese regusto a venganza y a una difusa e imposible justicia, pone también en evidencia las propias debilidades del observador y nos deja con nuevas inquietudes ante la lamentable condición humana.
3 comentarios
POLIVARPOV -
Pero además, la paradoja de Larsson, la personal y la que inició la saga, es también interesante. En estos momentos de crisis es cuando los escritores crean las grandes historias.
A mi si me "divirtió" bidón gasolina, tal vez desde el humor retorcido y muy negro que tengo...hasta ese momento final en el que él se la encuentra a ella medio muerta en la cocina cosida a tiros tienen su "gracia"....
ateopoeta -
Coincido contigo en que Larsson aporta todo eso en buenas dosis y mi crítica, en todo caso, sólo es muy puntual a ciertos recursos literarios (técnicos, podríamos decir) del segundo volumen. Y en este, además, da todo bastante más pavor que en el primero, aunque algunos toques de humor siguen aderezando el contenido. Lo digo porque la trama, a pesar de "ligera", ya no la encuentro tan "divertida".
Por desgracia, creo que Zafón y el del pijama a rayas venden también lo suyo, y tampoco eran pródigos en dar entrevistas, pero eso, supongo, que a nosotros nos da igual. Una vez que descubres a un Martínez Estrada o a un Larsson, o a tanos otros, la vida adquiere nuevas dimensiones.
polikarpov -
Pero me gustan los hilos, la forma de la trama, la tramoya literaria que sostiene la historia. Es sólida y fiable incluso en los juegos malabares, ligera como pedía el clásico (Cervantes) y divertida. Para estupendos mazacotes intragables ya tenemos a Man (antes) a Zafón (ahora) y a toda la panda de literatos a la violeta que no lee ni dios.
En otro plano, Larsson es la demostración de que los bolos del escritor, la entrevistas y demás no valen una mierda porque ha vendido mucho estando muerto (mucha gente ni lo sabe)
Tiene además mi simpatía por Sueco, por íntegro y por buena persona, aunque le gustase la comida basura y el tabaco...